El Nuevo Equipo de Proyectos de Ana: Un Cambio con Coaching

Ana era gerente de proyectos en una empresa de tecnología. Su equipo estaba formado por personas con gran experiencia y talento, pero últimamente los resultados no eran los mejores. Las reuniones se alargaban sin llegar a acuerdos, y las tareas se atrasaban constantemente. Los miembros del equipo se veían desmotivados y parecía que cada uno trabajaba de forma independiente, sin colaboración real.

En una junta con sus superiores, Ana se sinceró sobre la situación y sobre su frustración al no encontrar una solución. Entonces, uno de los directores sugirió algo inesperado: “¿Por qué no pruebas el coaching para fortalecer al equipo? A veces, los problemas de comunicación y falta de cohesión pueden resolverse si las personas desarrollan habilidades como la empatía y el autoconocimiento”. Aunque Ana era escéptica, aceptó intentarlo y contrató a un coach especializado en equipos de trabajo.

La primera sesión: Conociéndose desde el interior

En la primera reunión con el coach, el equipo estaba un poco incómodo. No sabían bien qué esperar y algunos incluso pensaban que era una pérdida de tiempo. Sin embargo, el coach comenzó con una actividad sencilla: cada uno debía compartir su visión del proyecto y lo que les motivaba o les preocupaba de su trabajo. Sorprendentemente, esto abrió un espacio para que los miembros del equipo expresaran inquietudes que antes habían guardado.

Carlos, el desarrollador más experimentado, mencionó que se sentía abrumado y a menudo prefería trabajar solo para evitar retrasos. Marta, la diseñadora, confesó que sentía que sus ideas no eran escuchadas en las reuniones. Al escucharlos, Ana se dio cuenta de que estos problemas de comunicación estaban afectando mucho más de lo que había imaginado. El coach los guió para que todos escucharan sin juzgar y para reconocer la perspectiva de sus compañeros. Este ejercicio fue un primer paso hacia el entendimiento y comenzó a eliminar barreras entre ellos.

Explorando fortalezas y debilidades

En las siguientes sesiones, el coach se enfocó en ayudarlos a descubrir sus fortalezas y debilidades individuales. Mediante ejercicios y preguntas abiertas, cada miembro identificó su forma de trabajar y las áreas en las que necesitaba apoyo. Ana descubrió que algunos de los conflictos surgían porque cada persona tenía estilos de trabajo distintos, y el equipo nunca había hablado abiertamente sobre cómo equilibrarlos.

Carlos, el desarrollador, se dio cuenta de que su experiencia podía ser una fortaleza, pero que también debía aprender a delegar y a confiar en sus compañeros. Marta, por su parte, descubrió que era muy creativa y apasionada, pero que necesitaba expresar sus ideas con más seguridad. El coach les ayudó a todos a entender cómo aprovechar esas fortalezas y apoyarse mutuamente en sus debilidades.

Definiendo objetivos y compromisos

A medida que las sesiones avanzaban, el coach los guió para que definieran objetivos claros y alcanzables como equipo. Este paso fue crucial para transformar su dinámica. Juntos, establecieron metas compartidas y se comprometieron a realizar reuniones más estructuradas en las que cada persona tendría un espacio para hablar y plantear ideas.

Una de las estrategias que implementaron fue asignar un “líder de la semana” para cada tarea principal, lo cual ayudó a distribuir responsabilidades y a que cada miembro se sintiera valorado. Además, cada uno estableció un compromiso personal, como ser más receptivo a las ideas de los demás, ofrecer retroalimentación constructiva o pedir ayuda cuando la carga de trabajo se volviera demasiado pesada.

El cambio: Resultados visibles

En pocos meses, el equipo comenzó a ver resultados. Las reuniones eran más ágiles y cada miembro estaba más dispuesto a colaborar y apoyarse mutuamente. Ana notó cómo cada persona comenzaba a tomar la iniciativa en su rol y se mostraba más comprometida con el éxito del proyecto. Marta, que antes se sentía ignorada, ahora compartía sus ideas con confianza y Carlos, quien solía trabajar solo, había aprendido a delegar y confiaba más en sus compañeros.

No solo habían mejorado los resultados, sino que el ambiente de trabajo se sentía más ameno. Ahora, el equipo celebraba los pequeños logros y, en lugar de señalar errores, buscaban soluciones juntos. La colaboración se había convertido en el núcleo del equipo, y Ana finalmente veía cómo cada uno de sus miembros aportaba desde su lugar.

Reflexión final

Gracias al coaching, Ana y su equipo habían logrado superar los obstáculos y trabajar en un ambiente donde se valoraba la comunicación y la empatía. Habían aprendido que un equipo eficiente no solo necesita habilidades técnicas, sino también habilidades personales que permitan ver al otro como un aliado. El coaching les permitió descubrir fortalezas, superar miedos y construir un equipo sólido y unido, capaz de enfrentar cualquier reto juntos.

Ana entendió que el éxito de un equipo se construye desde el interior de cada persona.

Si quieres alcanzar tus metas tal como lo consiguió Ana, no dudes en contactarnos.

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